lunes, 14 de enero de 2013

Capítulo 29: Primera bronca.


Sergio: ¿Te crees que yo tampoco me doy cuenta? No te pienses que no te he visto en la televisión con Tomás. Con tu gran amigo Tomás.
Sergio estaba muy enfadado.
María: No tienes ni idea de lo que pasó. Pero piensa lo que quieras. Tengo la conciencia muy tranquila.
Sergio: Tienes la conciencia tranquila pero sientes por otro chico, otro chico que no quieres aceptar que es Tomás.
María: Que no es Tomás. Si me vine aquí contigo, dejando familia, amigos y gente en Madrid, incluido Tomás, es por algo.
Sergio: ¿Ves?
María: Sergio, enserio. Piensa lo que quieras.
Terminé de desayunar, me terminé de arreglar. Estaba dispuesta a irme.
Sergio: ¿A dónde vas?
María: He quedado con Patricia. Supongo que pasaré el día con ella.
Sergio: Me avisas cuando sepas algo, por favor.
María: Sí, sí, tranquilo. Yo te aviso con tiempo, así…
Sergio: ¿Así qué?
María: Nada, déjalo. Adiós.
Llegué a donde había quedado con Patricia. La abracé.
Patricia: Cariño. Que ganazas tenía de verte.
María: Y yo a ti. Por fin un día para nosotras solas.
Me preguntó que a donde quería que fuésemos. Fuimos a un Centro Comercial a ver tiendas. Vimos un Starbucks y decidimos tomarnos un café.
Patricia: ¿Qué tenías que contarme?
María: Ah, sí. Sergio. Esta mañana sobre las 8 ha recibido una llamada. Ha contestado y le ha dicho a la pava que sea que no podía hablar, que luego llamaba él.
Patricia: Pero no te preocupes.
María: No, y encima he discutido con él. Cuando fui a ver el Castilla con Tomás nos grabaron y Sergio se cree que tengo o siento algo por él.
Patricia. ¡Joder!
María: Y te prometo que yo me voy a enterar de qué tiene con la pava que sea.
Patricia: Pero, ¿no os habláis?
María: Poco. Además él ya sabe cómo me siento. Encima, en vez de intentar que me decante por él, hace esto.
Patricia: Ya sabes que yo tengo piso aquí, y que si quieres, puedes venirte a vivir conmigo.
María: Luego hablaré con él. Pero me sienta mal haberme ido de Madrid para esto.
Patricia: Aún puedes volver, ¿no? La matrícula en el insti de allá la conservas.
María: Sí, eso sí. Pero tendría que anular la de aquí.
Patricia: Eso no es problema. Lo que no quiero es que estés aquí a disgusto.
María: Pero tía, ahora que por fin has conseguido venirte aquí. Irme yo, no me parece bien.
Patricia: El insti al que estoy apuntada está hermanado con uno de Madrid. Y yo tengo familia en Madrid. Si quiero puedo irme a vivir a Madrid.
María: ¿Y el piso?
Patricia: No te lo conté, ¿no? Mis padres vendieron el local de Jaén porque aquí tendrían más negocio. Vienen a vivirse aquí en cuanto les den las llaves del local nuevo.
Terminamos de tomarnos el café y seguimos viendo tiendas. Comimos en el centro comercial y fuimos a un parque cerca del apartamento de Sergio.
María: No me lo puedo creer.
Patricia: ¿Qué pasa?
María: No encuentro la llave del apartamento.
Patricia: ¿Y para qué la quieres ahora?
María: Para dejar las bolsas y eso.
Patricia: Llama a Sergio. Igual está en casa.
Nos acercamos al apartamento. Llamé al timbre y no contestó nadie. Llamé a Sergio. No contestaba al teléfono. Le mandé un WA, hacía bastante que él no lo miraba.
María: Me cago en todo.
Patricia: Si no te contesta vente a mi casa hoy a dormir.
María: Pero es que tengo todo en su casa.
Patricia: Tranquila. Busca bien la llave. No la has podido perder.
Busqué en todos los bolsillos hasta que al fin la encontré. Subimos al apartamento. Estaba desordenado. Algo había ocurrido allí.
Patricia: ¡Que desastre!
María: Cuando me he ido, todo estaba bien. A saber lo que ha hecho.
Patricia: ¿Quieres coger las cosas y llevarlas a mi casa?
María: Sí, lo prefiero.
Entré en la habitación y había unas cosas de chica que no me pertenecían. ¡Ya lo que me faltaba! Cogí un papel.
*Texto del papel*
“Sergio, yo te quiero mucho, pero veo que esto no va a llegar a nada. Tú piensas que tengo algo con Tomás y no es así. Solo somos amigos. Y yo empiezo a pensar que me engañas.
No te extrañes al ver que no están mis cosas. Me voy a pasar varios días a casa de una amiga a aclararme y a ver si se enfría todo esto.
Pese a todo, si me necesitas, aquí estoy. Sé feliz. <3”
Le dejé la nota en el salón. Y la llave encima de la nota.
Patricia: ¿No coges las llaves por si te olvidas de algo?
María: Las dejo, son de él. Voy a dar una vuelta a ver si se me olvida algo.
No. No me dejaba nada. Solo buenas, cortas pero muy buenas, vivencias a su lado. Se me escapó una lágrima.
Patricia: ¿Estás segura de irte?
María: Más que nunca. Vámonos.
Cogimos un bus y llegamos a casa de Patricia.
Patricia: Pilla la habitación que quieras. Hay de sobra.
María: Gracias. De verdad.
Patricia: Te dije que siempre, y así será siempre.
La abracé. Sonó mi móvil.
Patricia: Será Sergio. Seguro que ha llegado a casa.
María: No sé.
Contesté. Eran Alba y Leticia.
Alba: ¡¡CARIÑO!!
María: Cielo, ¿os vais ya?
Leti: Sí. Estamos todos.
Todos: Hola María.
María: Sois muy grandes.
Me llamaban a la vez.
María: Cielines, os llamo en un minuto, ¿vale? Me están llamando, y creo que es importante. Os cuento en cuanto os llame.
Colgué y contesté.
Sergio: ¿Estás loca?
María: ¡Relájate!
Sergio: No pensé que serías así.
María: Así ¿cómo? 
Sergio: ¿Piensas que es normal irte dejandome una nota?
María: No me he ido, sigo en Sevilla. Te lo he escrito bien clarito. ¿A ti te parece normal que llegue y vea ropa de mujer que no es mía?
Sergio: Lo sabía. Sabía que me espiabas.
María: Yo no te he espiado. Solo he ido a dejar unas cosas que he comprado y lo he visto.
Sergio: Y, ¿por eso tienes que irte?
María: Me he ido porque no sé qué me pasa. Creo que lo mejor es que nos demos un tiempo. Que tú estés con quien quieras estar sin hacerme daño, y mientras yo, organizar mis sentimientos. Pero podías haberme dicho que estabas con alguien, antes de que me hubiese enterado así.
Sergio: Desde luego, estás mal. 
María: No sé tú, pero lo que menos quería era terminal mal, pero parece que tú es lo que pretendes.
Estábamos gritando. Los dos.
María: Aquí el único loco eres tú, ¿sabes? No sé cómo pude quererte.
¿Qué acababa de decir? Empecé a llorar.
Sergio: No sé cómo pude fijarme en ti. Eres como todas. Guapas por fuera, pero de lo peor por dentro.
María: Y tú ¿qué? Tú no eres más que un buen jugador, nada más.
Colgué. No podía más. Me derrumbé. Fue una de las peores conversaciones de mi vida.
Patricia: Pasa de él. No llores. Él no te merece. Esto no se va a quedar así, eso también te lo digo.
Pasó bastante tiempo y me volvieron a llamar Alba y Leti. No podía parar de llorar. Aun así contesté.
María: Lo siento por no llamaros. He tenido una pequeña discusión. Lo siento, enserio.
Alba: No pasa nada, corazón.
Leti: Pero, ¿estás bien?
María: Pues no lo sé.
Alba: Pues arriba el ánimo.
María: ¿Estáis ya en el autobús?
Leti: Sí.
Hablamos poco más. No me apetecía nada.
Patricia: ¿Qué quieres cenar?
María: Nada. No tengo hambre.
Patricia: Eso sí que no. No voy a permitir que nadie consiga lo que se propone si de hacerte daño se propone. Es que no. Date una duchita si quieres.
María: Si eso después de picar algo. Tú haz lo que quieras cenar, si me apetece ya te cogeré algo.
Patricia: Bien.
María: Espera que te ayudo.
Preparamos la cena. Cenamos y nos pusimos a ver la tele. Me quedé dormida en el sofá. Amaneció. Patricia estaba en su habitación. Me había arropado. Encendí el ordenador. Tenía un privado. Era de él. 

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